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Este cuento es una version corregida del que presente para el reto “Una imagen, varias historias”
El final del viaje
Descifrar los antiguos pergaminos era una labor difícil, en parte
porque estaban muy deteriorados, amarillentos y quebradizos por el paso
del tiempo, y la vacilante luz de la lámpara no ayudaba, por otro lado
los símbolos habían mutado con el tiempo y los alfabetos habían
cambiado, así como el significado de las palabras. Pese a todo eso
Valko-maar realizó una traducción que lo dejó medianamente satisfecho.
“Y algunos titanes fueron requeridos para una nueva labor cuando el
trabajo en Ihbn estuvo concluido. Fueron llamados aquellos que ejercían
dominio sobre el agua y ellos caminaron con sus múltiples brazos y
piernas, y fueron llevados a la Cima del Mundo, donde el hielo domina y
el sol no calienta”
Alguien golpeó la puerta de su camarote y sin esperar respuesta
entró, era Mazhar, el capitán del barco, un viejo y experimentado marino
con la piel curtida por décadas de sol y vientos oceánicos. Sin embargo
se veía casi joven comparado con Valko-maar, quien era muy alto, muy
flaco, con las manos delgadas y huesudas con manchas de la edad, el
rostro arrugado y el pelo y la barba totalmente blancos.
—¿Qué es lo que quieres? —dijo Valko-maar, molesto por la
interrupción. Su camarote era para él un santuario, repleto de libros,
pergaminos, papiros, mapas y grandes losas de piedra grabadas con
extraños símbolos en relieve.
—Esto le interesara —le contestó Mazhar— Suba, debe verlo con sus propios ojos.
Ambos subieron a cubierta, y lo que vieron era una pequeña isla,
rocosa, desolada, sin nada creciendo en ella salvo, quizás, líquenes y
musgos. Su costa era abrupta y escabrosa y las olas golpeaban
violentamente contra ella en remolinos de espuma.
Pero había una pequeña playa de arenas negras, un lugar donde se
podría desembarcar, de no ser por la batalla que se libraba allí en
aquel momento.
Uno de los bandos era un centenar o más de criaturas similares a
focas o lobos marinos, pero con un cuerno en espiral en la frente, como
los narvales. Algunos eran enormes como morsas y valientemente movían
sus toneladas de grasa para abalanzarse sobre sus enemigos y
aplastarlos. Y sus contrincantes eran aun más extraños, a medio camino
entre un pez, una rana y un hombre, con pieles escamosas y multicolores y
dedos palmeados, estas criaturas luchaban ferozmente con armas que no
parecían de hierro sino de hueso y piedra.
Unos herían y cortaban, otros aplastaban y perforaban, las arenas se
teñían de rojo y era imposible saber quien triunfaría al final.
—Criaturas de los abismos —murmuró Mazhar— solo las he visto dos… tres veces en mi vida.
Pero eso a Valko-maar no le interesaba, sus ojos estaban fijos en un
lugar donde la costa se elevaba en una enorme mole rocosa. Ordeno que el
barco se acercara a la costa pero el capitán se negó.
—Demasiado peligroso —y dejó que el anciano rabiara y amenazara todo
cuanto quisiera, pero en cambio ordenó que el navío bordeara la isla a
prudente distancia, y así con catalejos pudieron ver que un lado del
promontorio era totalmente plano, de un modo que no parecía natural. Y
que allí había un símbolo gigantesco, tallado en la roca y de al menos
30 varas de altura. Parecía una mezcla de una cruz y un tridente, y
todos los tripulantes la miraban intrigados, excepto Valko-maar, el
sonreía, y era porque conocía aquel símbolo de antiguos pergaminos
estudiados hace décadas.
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Tres meses atrás el barco —un pesado dromon de borda alta— fue
contratado en el puerto de Vallegris para una expedición, el oro era
bueno —aunque solo la mitad se les pagaría por adelantado y el resto
una vez finalizado el viaje— , el pasajero uno solo y el propósito
misterioso. Durante semanas viajaron al sur y luego, siguiendo las
indicaciones de aquel antipático anciano, fueron de aquí hacia allá
visitando pequeñas islas, algunas de las cuales no aparecían en los
mapas.
Sufrieron varias vicisitudes: fueron atacados por un pulpo-hydra,
perdiendo varios tripulantes, también fueron abordados por varios barcos
de guerra que los acusaron de contrabando o piratería, pero que los
dejaron en paz una vez pagado un soborno. Y en una ocasión estuvieron a
punto de ser atacados por piratas, de no ser por la astucia del capitán
quien izó la bandera roja en jirones, para fingir que el barco era
víctima de la peste.
Y en ningún momento Valko-maar se molestó en decir cuál era su
destino final, tan solo explicó que él buscaba señales en el mar para
combinarlas con la posición de ciertas estrellas y planetas, y nada más.
Ahora, tras consultar sus raros mapas astronómicos, dio órdenes de seguir rumbo tres cuartos al sudoeste.
Días después, cuando aparecieron los primeros témpanos en el
horizonte, Mazhar interrogó nuevamente al anciano, sus hombres estaban
inquietos, el estaba inquieto y definitivamente querían saber a dónde se
dirigían.
—Ustedes no lo entenderían… son simple escoria de mar, incapaces de
entender mas allá de sus sentidos, incapaces de verdadera grandeza —y le
ordenó a Mazhar que saliera, como si fuera un simple criado.
El capitán, en otro tiempo y lugar, le habría dado su merecido, pero prefirió retirarse calmadamente.
Transcurrió una semana más, los días se hicieron sorprendentemente
cortos y a la vez muy fríos, el sol apenas se alzaba en el horizonte y
los témpanos se multiplicaban. De vez en cuando veían grandes peces que
resoplaban altas columnas de vapor y agua cuando surgían a la
superficie.
Una noche, los hombres que estaban de guardia dijeron ver algo en el
cielo, una luz, una figura luminosa, mitad oro y plata, que atravesó
velozmente por el horizonte dejando detrás una franja luminosa, la cual
desapareció lentamente como una cascada de polvillo luminoso. Los
hombres también dijeron sentir un aroma agradable, leve, suave, de
hierbas fragantes que tardó mucho más tiempo en desvanecerse. Según
algunos lo que vieron fue a un ángel, un custodio de los cielos, y
quizás eso era una señal de que no debían seguir avanzando al sur, por
mares desconocidos. Pero Mazhar dio órdenes de que no se hablara mas de
eso, y toda nueva mención a los ángeles sería castigado severamente con
un encierro por una semana a media ración de comida.
Pronto una alta barrera de hielo se alzó frente a ellos y Valko-maar
ordenó continuar por un estrecho paso que se abría en el muro, mientras
la tripulación se mostraba aprensiva y empezaba a murmurar.
Una noche que Valko-maar observaba las estrellas, Thelius, el segundo
al mando, ingreso secretamente a su camarote y reviso entre sus libros y
rollos, procurando dejar todo ordenado después. No pudo enterarse de
mucho, ya que muchas cosas estaban en idiomas y alfabetos desconocidos y
el resto era demasiado críptico, pero logro entender que se relacionaba
con los Titanes y su creación por parte de Los Antiguos.
—Esperemos —dijo Mazhar cuando su hombre de confianza le informó.
—¿Crees que… está buscando la sepultura de un titán? —le pregunto Thelius.
—Como dije, esperaremos, el dice que falta muy poco.
Durante tres días avanzaron rodeados de enormes murallones blancos en
medio de un eterno crepúsculo, con el silencio roto sólo por los gritos
ocasionales de aves marinas. De pronto, anocheció bruscamente y al
mismo tiempo los hielos se abrieron y el dromon desembocó en un enorme
lago, carente de hielo y perfectamente circular. Y allí, en medio del
silencio y de un mar tan calmo que parecía un oscuro espejo, estaba Eso.
No era posible confundirlo con un simple islote o con cualquier cosa
natural, parecía un esquelético barco cincelado en piedra o un castillo
desmembrado, enorme, ominoso, al observarlo con el catalejo no se
distinguían piedras individuales en sus muros. Como si todo el hubiera
sido tallado una sola y colosal roca.
Y Valko-maar estaba feliz, derrochaba entusiasmo, y si sus huesos se lo hubieran permitido, habría bailado.
Un bote y un remero, eso es todo lo que pudo conseguir, porque el
dromon no se acercaría a aquella cosa surgida del mar, menos ahora que
al salir la luna empezara a brillar de modo antinatural, reflejando
enfermizamente su luz plateada. Al anciano no le importó, mas allá de
murmurar por lo bajo sobre la limitada inteligencia y falta de visión de
los tripulantes, de modo que, cargando varios rollos en sus brazos,
abordara el bote y este enfilara hacia el navío-castillo-cosa horrible
de piedra.
—Mantengan un ojo en eso —ordenó el capitán, y junto con Thelius
ingresaron al camarote prohibido y buscaron nuevamente respuestas, esta
vez sin preocuparse de ocultar sus manos intrusas.
El bote rodeó la base de aquella grotesca torre —o lo que fuera—
hasta hallar un lugar adecuado donde desembarcar, y justo allí también
había una estrecha y peligrosamente empinada escalera, que subía a las
alturas de la torre. Allí puso pie Valko-maar, y tras respirar con
deleite el aire marino —por alguna extraña razón la torre en si no
parecía tener olor alguno— empezó a subir lentamente la escalera, pero
sin vacilación alguna.
El remero se quedo en el bote y desde allí lo vio subir poco a poco,
hasta quedar oculto por un ángulo en el muro, entonces empezó a remar
con todas sus fuerzas para alejarse de aquel lugar terrible, del que no
sabía qué era lo más espantoso, su apariencia y tamaño antinatural o lo
increíblemente antigua que se veía.
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Entonces Los Antiguos reflexionaron, decidieron esperar y pensar
muy antes de hacer un nuevo intento, porque no soportarían el dolor de
un nuevo fracaso. Y su silencio se prologo por eras enteras, pero no
importaba, porque ellos eran eternos y no había otras criaturas a las
cuales el peso de los años agobiara o impacientara.
—¿Recuerdas las antiguas leyendas sobre los titanes? —preguntó Thelius a su capitán.
—Si, las recuerdo… y ahora entiendo lo que buscaba este viejo loco.
Poco a poco, entre los viejos libros y pergaminos de Valko-maar,
ambos hombres fueron reuniendo las pistas de lo que buscaba ese anciano,
quien había estudiado, al parecer durante décadas, una sabiduría ya
casi olvidada por todos en el mundo.
—Los Antiguos crearon varios mundos antes de este, el nuestro… mundos
fallidos, pero cuyos restos aun vagan perdidos en el vacio… —Mazhar
reflexiono un momento— Pero él cree que no se detuvieron allí, el cree
que Los Antiguos volvieron a intentarlo, y que esta vez tuvieron éxito.
—Y el quiere encontrarlos, encontrar una puerta hacia esos otros
mundos —Thelius sacudió su cabeza con escepticismo—… Viejo loco, viejo
demente.
—No ¿Cómo sabemos si en realidad está loco o no?, piensa en este
lugar, piensa en aquello en donde desembarcó, no parece hecho por manos
humanas… —su frente se arrugo pensando, algo estaba en conflicto en el—
Tengo… deseos de quedarme, y ver si algo de esto es verdad, por otro
lado, también deseo huir, sabes que no soy un cobarde, pero no sabemos
si hay o no un real peligro.
—Mi esposa y mis seis hijos, mas uno en camino, me esperan en
Vallegris —dijo Thelius— Yo voto por abandonarlo, de él no hemos
recibido más que desprecio y mentiras.
—Tal vez… tienes razón, tal vez solo baste con mantenernos alejados
de esa isla… o puerta, si lo que leímos es verdad… Por el momento noso…
Aquí Mazhar fue interrumpido por los gritos de sus hombres.
—¡Capitán, capitán! ¡Tiene que ver esto, suba!
Ambos hombres subieron a cubierta, pero no pudieron ver nada: de
pronto todo había desaparecido, todo el mundo se había vuelto blanco,
todo era una neblina impenetrable, los ojos eran inútiles en aquella
opaca blancura, y todo fue inundado por el miedo.
—¡Tranquilos, tranquilos! —llamó el capitán a la calma— ¡No estamos
siendo atacados! Debemos alejarnos de aquí, las velas deben ser izadas
y—pero sus ordenes no sirvieron de nada, el viento había desaparecido
junto con todo el resto del mundo, el silencio era aun más profundo que
antes, sin el mas mínimo rumor. Los marineros empezaban a perder el
control de sí mismos, presas del miedo y la angustia, se oyeron gritos,
plegarias a los Titanes, Los Antiguos, a los ángeles y a todos los
dioses que conocían de sus viajes. También el ruido chapoteante de
cuando alguno decidió saltar por la borda para terminar con esta
angustia, o temerosos de que algo peor pudiera venir de la niebla.
Tan solo Mazhar y su segundo de a bordo mantenían el control y
procuraban evitar que sus hombres enloquecieran, ladrando órdenes para
empezar a mover el barco, algunos los marineros obedecieron, pero antes
de conseguir nada, todos se sintieron caer a un abismo, el navío, los
hombres, el mar entero, todo perdió pie y cayó hacia el vacio.
La neblina desapareció poco a poco, y su opaca blancura fue
reemplazada por la oscuridad de una noche sin luna. Tan solo unas pocas
estrellas en el cielo, débiles y de luz agónica. Todos estaban vivos, el
dromon estaba sin daño alguno, y a muchas varas de distancia la torre,
navío o puerta de piedra antigua continuaba igual, silenciosa,
aterradora.
Pero ya no estaban en el mismo lugar, el mar había desaparecido, los
altos murallones blancos habían desaparecido, y el mismo aire que
respiran era delgado, escaso y dolía al respirar, dejando un regusto a
cenizas en la boca.
Hasta donde se extendía la vista, a la débil luz de las estrellas,
todo era una carcasa quemada, cenizas, rocas ennegrecidas, desolación,
muerte.
Pero eran criaturas efímeras cuyo resplandor no podía durar mucho, fue
así como ardieron y se consumieron, volviéndose en cenizas negras. Y el
mundo ardió con ellas, y pronto no hubo más luz que el agónico brillo
rojizo de los rescoldos, y solo quedo un cascaron quebradizo de rocas
ennegrecidas, cuyo calor desaparecía rápidamente, esfumándose bajo un
cielo negro y silencioso.
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